20/12/2021

12 días con Shiva

Apenas tenía 1 añito cuando la conocí. En ese momento le dije a su humana que si algún día necesitaba que cuidara de Shiva, no dudara en pedírmelo. Vivimos muy cerca la una de la otra, así que no supondría ningún problema.

Y ese momento llegó. La humana se iba de vacaciones, justo cuando terminaban las mías, por lo que Shiva quedó en su castillo a mi cargo durante los últimos 12 días de septiembre.

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¡Toda una odisea y una nueva y maravillosa experiencia!
 
Teniendo en cuenta que solo he convivido con gata Rassel, tener la oportunidad de observar de cerca y durante tanto tiempo a otra gata, me ayudaría mucho a recopilar información del comportamiento felino que no fuera solo a través de novelas gatunas.


Y así han sido los 12 días con Shiva, la gata adolescente.

Tiene actitudes típicas gatunas, similares a las de gata Rassel. Luego están las suyas, por su raza mezclada y por el estilo de vida con su humana.

El primer día fue un tanto caótico. No quería saber nada de mí. Comió, bebió y fue al arenero, más que nada por una obligación natural de hambre y esas otras cosas. Se escondió en la parte de arriba de un armario del mismo color que ella. Pasé media hora buscándola por cada rincón de la casa hasta que descubrí 2 canicas verdes y brillantes observarme desde lo alto, con indiferencia más que con miedo.

El segundo día la relación cambió un poco. Hubo acercamiento. Yo dejé que fuera ella quien actuara. Todo fue bien, salvo porque me echó del asiento del sofá. Luego su humana me dijo que era "su asiento".

Y así seguimos, parloteando ella mucho cuando yo llegaba y que quería decir "Ven conmigo a la cama que quiero jugar". La cama es su ludoteca. Todos los juguetes, plumas y bolas de papel que le gustan, terminan allí. Gata Rassel va a la cama a dormir. Para jugar prefiere la alfombra de sisal de 3x3 en la que todos los días, por la mañana, aparecen sus 2 peluches preferidos (¡No sé para qué le he comprado hasta una docena!) y alguna que otra bola de papel.

Le compré un juguete para ganármela un poco (en realidad, es un llavero al que le quité el enganche), esa margarita naranja y amarilla de la que no se separaba. También le llevé un ratoncito y una pelota con plumas que a Rassel no le gustaron nunca y con las que Shiva no dejó de jugar desde el primer momento.


Yo pensaba que Rassel tenía una paciencia infinita hasta que conocí a Shiva. Rassel se puede quedar quieta unos minutos, mirándome fijamente a mí o al suelo. Luego se cansa y se va. Shiva estuvo un día hasta 15 minutos, inmóvil, observándome sin pestañear: parecía una estatua. Me dio un poco de pena y me levanté. No tardó ni un segundo en correr pasillo adelante hasta su ludoteca, toda contenta. Creo que hubiera podido permanecer así media hora y la hubiera visto levitar como a los monjes budistas.
 
 
Para terminar, quiero aclarar que si no colaboro como casa de acogida o ayudando en el cuidado en las calles es porque tengo alergia. Estos días, cuidando de 2 gatas, me ha afectado mucho al sistema respiratorio, sumado a un cansancio generalizado que aparece por, supongo, la lucha de mis órganos para defenderse de la alergia. Aun así, he podido cuidarlas y disfrutarlas, tanto a Rassel como a Shiva.

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