Compré Mi casa parece un zoo en una pequeña librería de viejo sin saber si en esta historia la presencia del gato sería relevante.
Cuando descubrí esta librería en uno de mis paseos mañaneros, le pedí que me guardara todos los libros en los que hubiera gato: portadas e interior.
Hasta que cerró, hace cosa de un par de años, conseguí algunos libros que ya he ido comentando en el blog; me faltan un par más. Fue una pena que con tan solo un año abierta, tuviera que cerrar. Pudo ser porque estaba en un barrio y no consiguió suficientes ventas, o por cuestiones personales. No llegué a saberlo. Al menos me quedan los libros que allí descubrí.
Escasa relevancia tiene el gato, pero como ya bien sabes (llevamos por
aquí varios años) si hay un gato, por poco o nada que diga, va a vivir
en este blog.
Murdor es el gato siamés que le compraron a Eduardo a ver si así se le quitaban las ganas de seguir queriendo un perro. Pero el gato salió un poco "loco" y el niño pasó pronto de su idea de llevarlo a pasear al parque. La narradora, su hermana, incluye un test para saber si conocemos a nuestros gatos.
Por su casa siguieron pasando animales, unos tras otros, hasta que, por fin, llegó el perro, por supuesto.
Una historia muy divertida y muy instructiva para los progenitores. Si es que algunas veces no hay que hacer caso a los niños. O eso, o educarles para ser responsables. Al final, todos aprendemos algo.
Aunque es un libro infantil, personalmente lo recomendaría más a los
adultos, especialmente a aquellos que tienen niños en casa, o sobrinos, o
nietos. A ellos, a los mayores, les va a dar una buena lección porque con los años, solemos olvidar lo que nos emocionaba de niños, lo que queríamos, lo pesados que podríamos resultar cuando algo se nos metía en la cabeza. No parábamos de repetirlo una y otra vez. A mamá, a papá, y vuelta a empezar esperando que alguno se hartara de escucharnos e hiciera realidad nuestro sueño.
Una bonita lectura para compartir todos los miembros de la familia.
Título: Mi casa parece un zoo
Autor: José María Plaza
Ediciones SM
1998
Páginas: 135
Nota: Hay una reedición en 2005, con la misma editorial.
De niña, quería un gato. Lo que te cuento a continuación me ha hecho identificarme con Eduardo.
Mis padres me compraron un
canario. Cuando me levantaba temprano a estudiar, no dejaba de cantar y
tenía que taparlo con un paño para que se callara. Me empecé a
obsesionar con la libertad. Un día, lo saqué de la jaula y lo dejé en la
ventana. Lo observé hasta que salió volando. No volvió.
Después de aquello, llegaron dos peces y dos tortugas, no a la vez.
Cuando uno se moría, me compraban otro. Hasta que dije: ¡Basta!; y nunca más quise mascotas en casa.
Un domingo, ya pasados muchos, pero que muchos años de aquellas tristes historias con
pájaros, peces y tortugas, conocí a gata Rassel. Llevaba tres días en el
mundo y ya apuntaba maneras de fuerza, independencia y poderío
apartando a sus hermanos para comer ella la primera. Me enamoré
perdidamente de aquel ser tan diminuto, tan vivo y, aparentemente, nada indefenso. Un mes más tarde, se
vino a vivir a casa.
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