Eduardo pensaba que su gato Blas era igual que él en cuanto al carácter. ¡Qué equivocado estaba! De haber sido así, ni gato ni humano hubieran vivido ningún tipo de aventura y mucho menos, amorosa.
En esta novela romántica, con algún toque erótico y un vocabulario bastante impertinente por parte de Eduardo (parece mentida que sea una persona estudiada y profesor de universidad), el gato es gato para nuestro disfrute. Y fíjate que yo creo que su forma de actuar podría considerarse como realmente gatuna, pues veo cómo mi gata Rassel se enfada conmigo en alguna ocasión y cómo me lo hace saber. Por ejemplo, dándome la espalda y no queriendo ni mirarme durante el tiempo que ella considera oportuno.
Eduardo odia la Navidad, actúa como un sociópata, rencoroso, va de víctima por la vida. A sus 33 años parece más un viejo gruñón que un joven con muchas experiencias buenas y felices por vivir. Como decía antes, piensa que su gato Blas, al que encontró recién nacido abandonado y por el único ser vivo que siente algo, es igual de odioso, grosero, impertinente, resabido, y un largo repertorio de adjetivos que irás leyendo de boca de los demás personajes. ¡Que no, Edu, que te equivocas! Blas es un encanto y todos te lo están diciendo una y otra vez.
No te vas a sorprender con el final. Sería absurdo que una novela romántica no terminara con la parejita y el cartel de "Felices para siempre" o "Fueron felices y comieron perdices". Lo que sí nos importa es el desarrollo de la historia que, en mi opinión, fue muy divertida por ese contraste entre el desagradable carácter del chico bueno, buenorro, super cachas y la chica guapa, guapísima, modelo de pasarela. Creo que es la primera vez que me da igual si los dos son de 10 porque me he centrado en el comportamiento de Blas y su estrategia para juntarlos. También en el resto de los personajes: madre, padre y hermanastros de Eduardo, amiga de Soraya, Miguel, el portero del edificio de los Sánchez-Narbona, que se reían a más no poder de su mal carácter, restándole importancia a lo que decía y pasando de él en ocasiones, mientras que, en otras, intentaban hacerle entrar en razón. La única que se lo tomaba muy en serio era Soraya. Bueno, por el camino y al final, ella también cederá, lógicamente.
Mientras te esperaba no será nunca una obra maestra de la literatura, pero podrás pasarte un par de tardes entretenidas, siempre y cuando perdones el lenguaje soez del humano.
Por cierto, en mi opinión, esta novela hubiera ganado mucho público de todas las edades si no tuviera las escenas eróticas, porque la intervención del gato Blas es de lo más llamativo y comercial, a la par de divertido. Me alegro de que esté en la portada y de que toda la historia gire en torno a este gatito celestino.
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