Dodoto, así se llama el gato negro que vive con Román y le acompañará en su aventura visitando el inframundo, junto con Escarlatina y la araña Lady Horreur.
Poco puedo decir de nuestro gato literato pues es simplemente eso: gato gato. Aparece en varias escenas haciendo cosas típicas gatunas y nada más. No juega un papel relevante ni se resuelve ningún enigma gracias a él. Su valor ha sido animarme a leer Escarlatina, la cocinera cadáver y quedarme con cara de sorpresa pensando que a los pre y adolescente les pueda gustar esta macabra historia.
Se dice que los niños aprenden por imitación. Por lo que si ven a sus padres con series de zombis todos los fines de semana en la pantalla de la televisión, pues podría hasta parecer de lo más normal que les pueda gustar esta novela.
Si la intención al escribirlo era normalizar la muerte para que los más jóvenes
no la temieran y la aceptaran, pues creo que habrá algunos que sí
y otros que tendrán pesadillas durante un tiempo, hayan o no leído la
obra completa.
Yo nunca me hubiera atrevido a leer las aventuras de Román y Escarlatina cuando tenía 12 años. No por miedosa, sino porque me parece un tema demasiado serio para tratarlo de forma tan frívola haciendo creer que el más allá es un lugar maravilloso (dentro de lo que cabe) en el que los muertos están de fiesta y hacen cosas similares a las del mundo de los vivos; incluso que allí pueden cumplir sus sueños y ser lo que ellos quieran y no pudieron ser en vida.
Lo que sí me ha gustado es la idea de que Román quiera ser chef y la forma en la que se plantea, compartiendo sus recetas y su pasión por la cocina. He conocido a una madre que no quiso regalarle a su hijo de 5 años una cocina con sus ollas y sus platos para su cumpleaños. Curiosa reacción, cuando la mayoría de los refutados cocineros en todo el mundo suelen ser hombres.
También es positiva la forma en la que trata el tema de la precariedad laboral (los padres de Román no tienen trabajo) y de cómo él comprende esa situación y se muestra comedido a la hora de pedir su regalo de cumpleaños. Y, por supuesto, la amistad. A pocas horas de conocer a Escarlatina no duda en ayudarla, aunque él mismo pueda morir en el intento.
A estas alturas creo que ya sabes que ha sido la ambientación lo que no me ha gustado. No tiene que ser todo de color de rosa, pero hay otras formas de hablarles a los niños sobre la muerte sin tener que recurrir a una historia tan estrambótica.
Mi recomendación a los padres a quienes sus hijos les pidan que les regalen este libro es que lo lean ellos antes. Nadie les conoce mejor para valorar su madurez emocional y decidir si serán capaces de leer Escarlatina, la cocinera cadáver sin necesitar, luego, la asistencia de un psicólogo.
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