Pasan unos minutos de la una de la madrugada cuando termino de leer Veinte años con mi gata. Me levanto y voy a la cocina para preparar un vaso con leche caliente, miel y canela, es algo que me gusta tomar cuando sé que voy a escribir a estas horas de la noche.
Vuelvo al salón. Rassel sigue dormida en posición cruasán sobre el plaid azul; es el cuarto que impregna de su olor desde que llegó a casa hace casi doce años. A pesar de que todos son de la misma marca y material, este es en el que más tiempo pasa dormida, incluso se pelea con el otro humano cuando presiente que llegan las 12 de la noche y él sigue tapado... ¡con su plaid favorito! No sé si será la edad o que algo ha cambiado en la composición de la tela, pero es increíble lo plácidamente que duerme sobre él.
La televisión está encendida, como siempre, pero no la miro. Solo me sirve de acompañamiento (suelo buscar series en las que me gustan las voces de doblaje)
Tras cerrar el libro, me arrepiento un poco de haberlo comprado. Con esto no quiero decir que no me haya gustado, sino que podría haberlo buscado en alguna biblioteca porque, al contrario que otros escritores japoneses que me contaron también historias gatunas, la autora me ha dejado con la sensación de que faltaba algo en su narración. Ahora mismo no sé muy bien qué es. Tal vez por la mañana, cuando repase este texto, después de un sueño reparador, consiga averiguarlo.
Veinte años con mi gata es una novela autobiográfica. En ella nos cuenta cómo las circunstancias de la vida la llevaron hacia la escritura, la publicación, tanto de poesía como de novelas, algo que siempre sintió que era su sueño y que, tras varios rodeos, llegó a conseguir.
Y ese logro bien pudo hacerse realidad tras encontrarse con Mi, la gata que la acompañó durante veinte años. Su presencia hizo que renaciera en ella la pasión por la escritura. De muchos es sabido que los gatos son buenos compañeros para esta profesión pues no precisan salir cuatro veces al día a la calle, como sucede con los perros. Cuando se despiertan, nos buscan por la casa y, tras satisfacer sus necesidades de alimento, agua y arenero, vienen a nosotros pidiendo cinco minutos de juegos y dos de caricias, pasando a echarse relajados cerca de donde nosotros golpeamos las teclas del ordenador, se dice que atraídos por el sonido y el calor de la pantalla; nosotros queremos pensar que es porque quieren estar a nuestro lado.
En la madrugada, cuando comencé a escribir, decía que no sabía muy bien qué era lo que le faltaba a la historia. Ahora, tras descansar y desayunar, retomo esta entrada del blog y creo saber ya qué es.
El relato se hace de forma cronológica. Correcto. Así sabemos cómo vive, dónde, y las costumbres de la humana y de Mi cuando están juntas. Y esta parte está bien contada y desarrollada.
Aparecen otros personajes humanos, poco, pero lo suficiente para saber que Mayumi tiene contacto con otras personas. Correcto. Sabemos algo de su familia, sus vecinos, menos de sus compañeros de trabajo.
La descripción de las casas y los lugares en los que vive y cómo se transforman con el paso del tiempo, en concreto Tokio, también está bien. De hecho, me puedo imaginar las vistas de la ciudad desde la venta del apartamento, sus paseos juntas por los alrededores del edificio, las tardes en el porche de aquella preciosa casa cerca del bosque.
El relato se hace de forma cronológica. Correcto. Así sabemos cómo vive, dónde, y las costumbres de la humana y de Mi cuando están juntas. Y esta parte está bien contada y desarrollada.
Aparecen otros personajes humanos, poco, pero lo suficiente para saber que Mayumi tiene contacto con otras personas. Correcto. Sabemos algo de su familia, sus vecinos, menos de sus compañeros de trabajo.
La descripción de las casas y los lugares en los que vive y cómo se transforman con el paso del tiempo, en concreto Tokio, también está bien. De hecho, me puedo imaginar las vistas de la ciudad desde la venta del apartamento, sus paseos juntas por los alrededores del edificio, las tardes en el porche de aquella preciosa casa cerca del bosque.
Sin embargo, y aunque habla mucho de Mi, pues ella es la protagonista, la información me ha resultado escasa en cuanto a las emociones entre humana y gata. Se pueden distinguir perfectamente el amor, la entrega incondicional, el sentimiento de culpa, el miedo a la pérdida, la tristeza; pero al recordar lo leído, sigo sintiendo que falta algo y creo que es pasión.
Siempre y cuando no seas una persona extremadamente sensible, podrás leer Veinte años con mi gata, pues basta el título para que adivines que comienza con Mi recién nacida y finaliza con Mi, volviendo a la naturaleza.
Insisto en que me ha gustado, que lo recomiendo. Sin embargo, temo que no lo volveré a leer y se quedará en mi biblioteca personal, junto a otras historias gatunas que, para mi disgusto, no llegaron a impresionarme.
Insisto en que me ha gustado, que lo recomiendo. Sin embargo, temo que no lo volveré a leer y se quedará en mi biblioteca personal, junto a otras historias gatunas que, para mi disgusto, no llegaron a impresionarme.
Título: Veinte años con mi gata
Autora: Mayumi Inaba (Aichi, Japón. 1950/2014)
1999
Traducción: Kazumi Hasegawa
Editorial Quaterni
2019
Páginas: 190
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