Dentro del libro de relatos de Patricia Highsmith titulado Crímenes bestiales, encuentro este relato en el que el protagonista es un caballo. En realidad, es una yegua llamada Fanny. ¿Dónde están los gatos? Pues te cuento:
En la granja en la que vivía felizmente Fanny había dos gatos, uno rojizo y el otro blanco y negro. Aquel día, la yegua pensó que era uno de ellos el que se acercaba; sin embargo, descubrió que era otro, pequeño, de color gris, el que se enroscó a su lado para dormir y que resultó ser gatita.
Entre yegua y gata se establece una relación de protección natural, del animal grande hacia el pequeño.
El narrador nos cuenta cómo fue la corta vida de la gata antes de llegar a la granja, no muy satisfactoria, por cierto. También de lo que hace, cómo juega, cómo disfruta de la libertad y la seguridad en su nuevo hogar, junto a Fanny.
Entre tanto, los humanos hacen planes, malvados planes. Uno de ellos, accidentalmente, hace daño a la gata. Este hecho desencadena unos acontecimientos fatales para esos humanos que pudieran ser casualidad o venganza por parte de Fanny. Eso ya, cada lector decidirá.
Es una historia tan bonita al principio y tan triste antes de la venganza..., pero hay que hacer honor al título de la recopilación ya que se trata de crímenes bestiales propiciados por animales a los que Patricia les da conciencia, sentimientos, poder de juzgar y ejecutar condena.
Ya he comentado en el blog los relatos La mayor presa de Ming y El día del ajuste de cuentas. Tocando el título, te vas a la entrada.
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