En 2019, una amiga fue de vacaciones a Sevilla y me trajo estos preciosos pendientes de gatos como si llevaran un traje negro con lunares blancos:
Ella sabía que no eran de mi estilo, los pendientes, ya que suelo llevarlos muy pequeños, y los colgantes no me sientan bien, a mi modo de ver. No se pudo resistir, por los gatos.
Los tengo guardados como si fueran un cuadro valioso.
De vez en cuando, los saco de su caja y los observo pensando qué podría hacer con ellos para lucirlos. Tal vez un collar, pero me da miedo porque se podrían romper. Puede que llevarlos a enmarcar y tener el cuadro en la pared de mi estudio para verlos siempre que quiera.
Lo llevo pensando desde entonces. Ya han pasado 5 años y ahí siguen guardados...
Voy ahora mismo a poner una nota en el calendario, una fecha tope para decidir qué lugar se merecen entre todas mis cosas de gatos inanimados.
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