Según su autora, pensaba titular la obra con el nombre del gato: Malcolm. Alguien la convenció para cambiarlo por La ruptura. En realidad, este resulta más acorde con la historia que vamos a encontrar dentro; una lectura realmente de sofá y manta para comenzarla el viernes por la tarde y terminarla el domingo por la noche. Si tienes la suerte de disponer de una cabaña o similar, con alfombras mullidas y chimenea y, como a la protagonista, te gusta el vino, una copa de tu favorito completará el mejor de los escenarios para leer La ruptura.
No tienes que ser 'catlover' para deslizarte por las páginas de esta novela, pues Malcolm es aquí gato gato. Nada gira en torno a él, salvo que Ally (la protagonista humana) lo ha raptado cuando su "dueña", Emily, decide romper la relación de pareja tras 7 años de convivencia.
Así que todo lo relacionado con este gato literato se limita a mencionarlo haciendo cosas de gatos, comentar reacciones gatunas al meterlo en el trasportín, al conocer a la perrita Pat, sus lugares preferidos en la casa del padre de Ally para dormir, su indiferencia por las humanas que se pelean por él, poniéndolo Al como excusa para que Em venga a buscarlo a Sheffield y así, intentar reconciliarse y volver a Londres con la mujer a la que ama e idolatra. Él, como buen gato, sigue su instinto y es feliz donde le dan comida, compañía, cariño y un techo seguro. Por lo demás, le interesa más bien nada que dos humanas le utilicen como moneda de cambio.
No hay grandes intrigas ni personajes malvados o complejos. Todo gira en torno a las emociones, el amor, las rupturas, la autoestima, la amistad, las relaciones familiares y de pareja, el aprendizaje, alejarse de la dependencia de otros y comenzar a quererse y valorarse a uno mismo. No hay final feliz de cuento de hadas; sí uno que se acerca bastante a la realidad.
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