Klumpeduns, un gatazo anaranjado, apareció en la casa de Margareta Magnusson un día cualquiera.
Hubo otros gatos, pero este tiene su propia historia.
Su marido no era nada gatuno; sin embargo, Klumpeduns le tomó cariño. Cada vez que el hombre en cuestión se sentaba en el sofá a ver los deportes en la tele, daba un saltó y se colocaba en el reposabrazos, a su lado.
Cuando su marido ingresó en una residencia debido a una grave enfermedad, Klumpeduns seguía subiendo al sofá, al mismo sitio en el que se sentaba cuando él estaba en casa. Margareta le notaba triste, pero no podía creer que fuera por la ausencia del hombre al que había elegido, aunque no le hiciera mucho caso.
No te contaré el final de esta tierna historia. Quiero que quede incompleta por si te decides a leer El arte sueco de ordenar antes de morir.
Otra muestra más de que algunos gatos eligen a qué humanos unir su energía.
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