22/05/2019

Los dos miraban el reloj

Se descubren libros de muchas formas. Los dos miraban el reloj fue gracias a Twitter. Alguien le dio "me gusta" a un tuit de una escritora que mostraba todos sus libros. Este tenía un gato en la portada, pero no el que encontré en la biblioteca. Eso sí, te confirmo que hay gato, aunque prácticamente no aparece, salvo en los recuerdos de los dos hombres que durante un tiempo convivieron con él y por el que se disputaban su cariño y compañía de muy diferentes formas. A pesar de todo, sentirás su presencia y verás que es muy importante su existencia en el desarrollo de la historia.

Gato (así le llaman de mutuo acuerdo) llega cuando tiene que llegar, porque el padre lo necesitaba para seguir adelante. Hijo vuelve a sentir envidia y odio porque Gato prefiere a padre.
Y entonces Gato desaparece haciendo que el espacio entre ambos sea inmenso una vez más, y la relación, irreconciliable.

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Hacía años que no leía una historia tan desgarradora, en un ambiente tan sórdido, con unos personajes que me imaginé desagradables físicamente, viviendo en una casa lóbrega, que no descuidada, cargada de emociones,  y no precisamente de las positivas.
Dos hombres y un gato, que hasta al gato lo describen como feo. Dos hombres y una mujer que los ama, mientras que el hijo odia al hombre que ocupó la cama de su madre y con el que se vio obligado a compartir amor y hogar. Dos hombres que se quedan solos, con sus manías acrecentadas por la edad y la ausencia de la mujer, claro punto de unión.
Los vicios de hijo. La complacencia de padre que acepta los desprecios como si fueran caramelos y hasta se ríe, añorándolos cuando hijo no le habla. No le toma en serio, como creyendo que, en el fondo, hijo guarda algún sentimiento bueno hacia él. Igual tiene razón.

Toda la escena, como en un teatro, se desarrolla en una Nochebuena, mientras los platos van y vienen de la cocina a la mesa y vuelta. Hijo y padre rememoran, hablando para sus adentros, tiempos pasados en Oviedo, más tarde en Barcelona, donde ahora viven.

En Los dos miraban el reloj no hay lugar para el aburrimiento. Querrás seguir leyendo para descubrir qué revela la siguiente escena. El ritmo lento de la cena da paso a unas últimas páginas de acontecimientos precipitados, de emociones desbordadas, para terminar con uno de esos finales que no esperas y que te deja con la sensación de querer leer una segunda parte. Yo, personalmente, lo sentí así.

Título: Los dos miraban el reloj
Autora: Maribel Álvarez López-Vega
Septem Ediciones
2007
Páginas: 129

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