El turrón y los mazapanes ya están en los supermercados. Hace un mes, colocaron al lado de mi ventana el cable que sujetará las luces de Navidad. En una ciudad de Galicia, comenzaron en verano la instalación de la iluminación navideña para competir, un año más, con otras ciudades de España... Y luego diciembre pasa volando y, de repente, estamos en 2025.
Cuando era niña, la Navidad empezaba al día siguiente del último día de clase. Las vacaciones de invierno comenzaban con tiempo libre para decorar el árbol de plástico con las mismas bolas desconchadas de años anteriores, con espumillón despeinado por enroscarlo y desenroscarlo tantas veces, con ganas de que llegara el día 24 y poder comer un trozo de turrón blando y otro duro, un mazapán y un polvorón, porque no había más cosas, por escasez de dinero y porque la industria navideña no había comercializado hasta el infinito tanta parafernalia alimentaria. Sí, se disfrutaba más porque, cuando hay tanto para elegir, nos olvidamos de lo verdaderamente importante: La celebración.
Y digo todo esto porque ya he comprado el calendario para 2025. Llevo unos años adelantándome también. Siempre me digo que tengo que esperar a diciembre, pero caigo en mi propia trampa. ¡Qué le vamos a hacer!
Para 2025 el calendario es totalmente diferente. Fue el primero que vi. Con ilustraciones tiernas y dulces. Sí, también hay frasecitas, pero en pequeño. Creo que ni las voy a leer ¡ja,ja,ja! Bueno, igual sí. Pero lo que me fascinan son los dibujos y la ternura que me trasmiten.
También tengo ya el calendario de días festivos de 2025. Los marcaré con pegatinas gatunas, de esas que he ido comprando y compartiendo por aquí y que nunca sé qué hacer con ellas porque me da mucha pena utilizarlas.
La vida pasa, la vivas o no. Lo que no quiere decir que celebres la Navidad en verano, etc. Cada cosa en su momento para disfrutar de verdad.
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