Voy a comenzar diciendo que necesitas leer Mis tardes en el pequeño café de Tokio, de Michiko Aoyama, sí o sí, que no hay gatos (salvo el de la portada), que es corto (146 páginas en formato digital) y que no lo dejarás hasta que lo termines, por lo que es perfecto para un día de vacaciones, estés donde estés, con una buena provisión de bebida fría y algo para picar, porque de verdad que es una delicia de lectura. Si esperas al otoño para leerlo, también será una etapa correcta, cambiando el exterior por el interior de tu casa o por un café de esos que invitan a sentarse, desconectar y tomar una infusión caliente o un chocolate.
No hay gatos, pero sí humanos entrañables. Cada capítulo te arrastra al siguiente. Y el Maestro que, de forma muy velada, está detrás, no intencionadamente, de algunos personajes. No te pienses que sus vidas son maravillosas; cada uno tiene sus problemas, sus miedos, sus sueños, iguales o parecidos a los nuestros.
Si además de movernos por Tokio, la autora nos lleva a Sídney, es porque también la conoce por haber trabajado durante algunos años en esta ciudad de Australia. Así que no, no todas las historias transcurren en el pequeño café de Tokio, también nos moveremos por calles, parques, hogares, cafeterías y tiendas de ambas ciudades.
Michiko Aoyama es la autora de La biblioteca de los nuevos comienzos que leí y comenté en octubre de 2023 en este blog.
Nota.- ¿Por qué la comparto en el blog de gata Rassel y no en el humano Silencios literarios? Pues porque ya hay más novelas sin gatos por aquí, algunos lo fueron por la portada, otros por una pequeña mención que me resultó interesante.
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