Admito que dije a principios de año que leería muchos menos libros infantiles, pero ha sido imposible resistirme a esta preciosa portada, tan alegre, y el mensaje positivo de la sinopsis: "superación de miedos, valentía para hacer realidad nuestros sueños, alegría de poder ayudar a nuestros amigos y el maravilloso hábito de la gratitud". Si llegas a leer El jardín de Chloe comprenderás que algunos libros para los peques nos pueden enseñar o recordar cosas olvidadas a los mayores.
Creo que no me equivoco si digo que todas, de niñas, teníamos muñecas a las que les contábamos historias inventadas o lo que nos pasaba en nuestra vida real. No es que estuviéramos "locuelas", sino que las veíamos como una prolongación de nuestras amigas humanas; en algunos casos, como nuestras únicas y verdaderas amigas, esas que escuchan con atención todo lo que les contamos.
Siendo sincera, yo no fui una niña de tener muchas muñecas ni muchas amigas. En realidad recuerdo perfectamente que tuve 3 muñecas. La primera de cuando tenía 2 años. La llevaba siempre cogida por el pelo, así que lo tenía todo enmarañado. Con 3 años nos cambiamos de casa y desapareció. No fue hasta mucho más mayor que me regalaron una Nancy y otra que no era de las famosas ni tenía vestidos que se vendieran aparte. De todas formas, Nancy vivió siempre "con lo puesto" hasta que a mi madre se le ocurrió regalarla sin pedirme permiso. Me hubiera gustado conservarla. Hoy podría venderla a buen precio, supongo.
Chloe tiene muchas muñecas; tantas, que hasta tiene un armario especial lleno de cajones en los que las guarda con mucho cuidado al terminar los juegos y las aventuras que todas comparten. También tiene un gato que conoció en el parque. Lo adoptó y le puso de nombre Cebra porque tenía la cola a rayas blancas y negras. Y luego está su pared, en la que pinta flores, estrellas, luciérnagas. Es como su diario en el que dibuja las cosas buenas que le suceden y no quiere olvidar cuando crezca.
Chloe, el gato Cebra y las muñecas Maya, Nina, Luiza, Clara, Alice, Sophia, Valentina viven muchas aventuras. A la niña no le falta imaginación. A través de las historias tanto de la pequeña humana como de sus amigas de piel de juguete, aprendemos la importancia de trabajar en equipo, de disfrutar de la vida y el momento, de tener el coraje de luchar por lo que nos gusta, que nuestros sueños pasen a ser realidades.
Te vas a sorprender con las ilustraciones interiores. Seguro que al ver la portada te imaginarás un interior lleno de colores. No te desvelaré nada. Solo te diré que estoy segura de que su autora las ha hecho así para que sean los lectores los que le pongan los tonos que a cada uno más le gusten.
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