Una gata blanca, con una mancha negra en la punta de la cola y ojos azules, sin nombre, sin dueño. Una gata real en la historia, con un poder peculiar: hablar con la estatua de un perro.
El perro se llamaba Romeo. Fue un gran mastín abandonado y adoptado por una humana que le amó hasta tal punto que decidió inmortalizarlo en estatua.
Una amistad extraña esta de una estatua y una gata, pura fantasía que da lugar a que la gata viva unas aventuras insólitas para tan pequeño ser.
Si puede hablar con Romeo, tal vez suceda lo mismo con otras estatuas de la ciudad.
Así, aunque se siente muy feliz en compañía de Romeo, su naturaleza la empuja a vagar por la ciudad. Aquí y allá conocerá nuevas estatuas que le cuentan sus pesares. Ella se para, acompaña y escucha. Sin pretenderlo, les ayuda a solucionar sus problemas.
Lo absurdo se vuelve cercano. La empatía de la gata enternece. Debería ser ejemplo para los humanos que pasamos de largo, incluso sin detenernos a escuchar a nuestros seres más queridos. Las prisas nos hacen esclavos del desinterés.
Es una historia preciosa que merece la pena leer varias veces, a cualquier edad, para no olvidar que ahí fuera siempre habrá una persona que puede necesitar nuestra ayuda.
La vida debería ser lenta, que cundiera. Nuestras horas no tendrían que ser egoístas, de forma que las repartiéramos entre nosotros y los otros. Necesitamos ser más gata.
2 comentarios:
Uy, este me lo tengo que leer. Gracias por tus recomendaciones, Rassel :) ¡Ronroneos!
Con gatos, debería de ser lectura obligatoria. Es una historia tristre, pero muy dulce. Espero que lo disfrutes tanto como yo. ¡Miaumuac!
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Gracias por tu comentario. ¡Miaumuac! ~.~)=