En casi todas las ocasiones en las que en una novela aparece un personaje al que no le gustan los gatos, suele ser "el malo de la película". Al final, si no es muy, muy malo, termina por sucumbir al encanto de los felinos. Y eso último fue lo que le sucedió a Nagore quien, por otro lado, no era mala en absoluto, simplemente no le gustaban los gatos, o eso creía ella.
Nagore, cerca de los 40, sin pareja, sin trabajo, sin dinero, sin ganas de dibujar, viviendo en una nueva ciudad en la que, por suerte, tiene 2 amigas de esas que nunca te abandonan, aunque vuestras vidas cambien. Gracias a ellas consigue un trabajo en un peculiar café en el que hay gatos para que los clientes los conozcan y, con suerte, los adopten y les den un hogar lleno de amor.
Nagore acepta la oferta de camarera por pura necesidad ya que no le apasiona para nada el mundo felino. Se lo tomaría como un trabajo transitorio mientras encuentra "algo mejor".
Aprenderá a disfrutar de la vida, del día a día, de recuperar la ilusión por el amor y el dibujo gracias a los gatos que habitan en el Neko Café y a la forma de ser de su jefa. Temporalmente estamos aquí, preocupándonos en lugar de ocuparnos, gastando minutos en darle vueltas a los pensamientos, en lugar de, simplemente, respirar y hacer.
Sí, el final es feliz. No podría ser de otra manera.
Una novela positiva, de crecimiento personal, aprendizaje. A cualquier edad nos viene bien parar y avanzar de nuevo por otro camino. Si no es el correcto, habrá otro y otro más. Disfrutemos de cada recorrido y de lo aprendido en cada uno de ellos.
En Neko Café no hay una bruja mala, ni una malvada que odia a los gatos, sino una buena mujer en busca de su ikigai.
2 comentarios:
Me alegro de que te haya gustado la novela, ¡miau!
Y todo gracias a ti, Cristina. Saludos humanos y gatunos.
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Gracias por tu comentario. ¡Miaumuac! ~.~)=