10/04/2022

Siempre hemos vivido en el castillo

Esta es una de esas miles de novelas con gato que están anotadas en mi infinita lista y que, no sé muy bien la razón, se me quedó en la memoria; así que, cuando la vi en la Biblioteca, no dudé en traerla a casa.

La presentan como terror psicológico. Ya he comentado en varias ocasiones que no es mi género preferido y que me sacrifico cuando hay gatos. Lo hice con Cementerio de animales, Momoko y la gata y algún otro que no me viene ahora a la mente. No me iba a amilanar con Siempre hemos vivido en el castillo.

Jonas es un gato gato, compañero de aventuras de Merricat. Se le menciona en muchas ocasiones, pero solo para demostrarnos que se trata de una mascota, compañero de juegos. No hay nada maligno en él. Es más, da la sensación de que es un gato cariñoso, juguetón y sociable.

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Si bien al principio parece que Mary Katherine es algo extraña, al igual que su hermana Constance y su tío Julian (hubo un momento en el que pensé que eran fantasmas), después de unas cuantas páginas queda claro que son de carne y hueso.

Mary Katherine (Merrycat, como la llama su hermana) tiene 18 años, aunque se comporta como una niña tímida, solitaria y caprichosa; es como si se hubiera quedado anclada en los 12 años cuando todo ocurrió. Está muy unida a su gato Jonas y a su hermana. Al tío Julian solo le tolera porque, en general, no soporta a los humanos, menos a los del pueblo y aún menos a su primo Charles.

Por su parte, la hermana mayor, que se supone tiene unos 28 años, actúa como una madre sumisa. Cuida del tío, su hermana, la casa y el huerto. Vive prisionera en su propia casa dedicando su vida a cocinar y limpiar.

Poco a poco se van desvelando las circunstancias que han llevado a estas dos hermanas a vivir aisladas de la sociedad y a su tío a desplazarse en silla de ruedas. No será hasta muy avanzada la historia cuando, con una sencilla frase, todo se le aclare al lector.

El final, dramático, sobrecogedor, por un lado te apena y por otro, te deja perplejo y sin palabras.

La verdad es que no me ha causado tanta aprensión como las dos historias que comenté al principio; incluso me atrevería a decir que Momoko y la gata, de Mariko Koike, tiene algo de Siempre hemos vivido en el castillo, por lo que, si te gusta este tipo de terror psicológico, te la recomiendo. Respecto a la obra de Stephen King, he leído que el estilo narrativo de Shirley Jackson ha influido en su obra. No puedo opinar al respecto de esto porque solo he leído una de sus muchas novelas, pero algo sí que hay.


Título: Siempre hemos vivido en el castillo
Autora: Shirley Jackson (San Francisco, U.S.A. 1916/1965)
1962
Editorial Minúscula
2012
Traducción: Paula Kuffer
Páginas: 204

1 comentarios:

Cristina Monteoliva dijo...

Una historia fascinante. Lo siento, pero no recordaba que tuviera gato.

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Gracias por tu comentario. ¡Miaumuac! ~.~)=

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